miércoles, 6 de julio de 2016

Vamos a Hinojosa II

Llegamos a Puertollano y a mi araño se le ocurrió la feliz idea de seguir las instrucciones del GPS que tenemos del año "Maricastaña" y que jamás habíamos actualizado porque no se podía (era viejiiiiiisimo)
Yo me resistí, aun llevaba en la mano el folio lleno de nombres de pueblos por los que debíamos pasar y me parecía más seguro, pero claro, él conduce, él manda... y también mete la pata...

El GPS nos llevó por una carretera preciosa, por el medio de un bosque, llenita de agujeros en la calzada, y sin absolutamente NADA cerca, ni gasolineras, cafeterías, bares, humanidad. Mi araño se agarró al volante como una garrapata porque los baches así lo requerían y comenzó a rezongar;

-El coche de aquí no sale. Nos vamos a quedar aquí tirados  ¡Vaya cagada!

Yo iba calladita, vigilando a mis pequeñuelos que se iban mareando mas y mas a cada metro que íbamos avanzando. De repente Elsa se puso verde, pero verde, verde. Grité que parase y la saqué corriendo. Sí, vomitó la comida de toda la semana, la pobre. Él aprovechó para poner al peque a hacer pis. Allí estábamos los cuatro al borde de la carretera, cada uno con lo suyo cuando se empiezan a mover los matojos que estaban frente a nosotros. El araño y yo nos miramos sin menear una pestaña ¿Qué leches era eso?

Limpie a la niña muy despacio, él vistió a Hugo y nos metimos en el coche echando chispas.

-¿Que coño era eso? pregunté.
-Jabalís, varios.-dijo mi araño que los había podido ver.

Asustada me repanchingué en el asiento que ya estaba de nuevo en movimiento.

Por fin y después de casi doce horas llegamos a Hinojosa del Duque, Córdoba, uno de los pueblos mas bonitos de Andalucía :D

Mi amigo Quique nos esperaba en el Bar Plaza donde nos estábamos comiendo un bocata de queso con aceite, rico, rico. El chico alucinando por todas las horas de camino que nos habíamos tragado nos llevó a su casa.

El sitio era precioso, una casita de campo con muchísimo terreno alrededor, una piscina, un sistema para refrescar el ambiente, y gallinas, muchas gallinas. Los niños estaban encantados, y yo no cabía en mi misma de contenta, volvía al pueblo donde crecí con mis abuelos después de unos veinte años y con mi familia, le enseñaría todo a mis niños, los sitios donde jugué, donde paseaba.

El padre de Quique un señor estupendo, llegó un rato después para darnos instrucciones de qué y cómo darle de comer a las gallinas, además de enseñarnos donde ponían los huevos para poder recogerlos.
Mi araño, estaba encantado, le encantan los huevos fritos y yo creo que hasta soñó con ellos aquella noche.

A la mañana siguiente compramos bien de patatas para hacerlas fritas con los huevos y nos liamos a cocinar.

Disfrutamos del día, hacia una temperatura estupenda y, al volver a la casa, yo me puse con la comida y los niños con mi araño se remojaron un rato.
En esa comida quedó patente que los huevos fritos no nos gustan a todos tantísimo, da igual que sean recién puestos o no. Hicimos dos para cada uno menos para los peques que solo freí uno, pero nada. Resumiendo, el araño se puso "morao" de huevos fritos.

Sobre las tres de la mañana estaba el pobre a parir, incluso me despertó porque estaba malísimo. Tenía mucha fiebre, sudaba y temblaba, así que llamé a urgencias, y como pude les expliqué donde nos encontrábamos.
La casa estaba en medio de una carretera, difícil de dar explicaciones si no eras de allí, y yo llevaba demasiado tiempo fuera...

Salí a la entrada con el teléfono móvil en la mano y en pijama, a cada coche que pasaba hacía señas con la pantalla del teléfono. Al cabo de dos coches pensé que iban a confundirme con una prostituta, por la pinta, la hora y el lugar, de modo que me fijaba en cada vehículo que pasaba hasta que llegó la ambulancia.

Los médicos estabilizaron muy rápido a mi araño, le bajaron la fiebre y le pusieron una vía, en cosa de una hora estaban recogiendo para marcharse y él se encontraba mucho mejor.
Antes de irse, le recomendaron dieta blanda y tomarse los medicamentos.

A la mañana siguiente llegó Quique con porras para desayunar, este chico es un verdadero encanto, le conté lo que había pasado y alucinaba.

-¿Como no me has llamado? Le hubiera llevado al hospital.

Me regañó.

Al mediodía me encontré con un dilema para cocinar.
-¿Que te apetece comer? -le pregunté.
-Pues una tortilla francesa, eso parece blando.-dijo araño convencido.

Y hale, una tortilla de dos huevos que se zampó. A poco mas de una hora ya estaba malísimo otra vez, en esta ocasión llamé a Quique que se lo llevó corriendo a Pozoblanco donde hay un hospital mucho más grande.
Allí estuvo ingresado hasta las tantas de la noche.

Al volver me contó que había tenido un cólico biliar, y que no podía comer grasas.

El resto del viaje fue mas o menos bien, la verdad es que con la excepción del susto o sustos, los niños y yo lo pasamos pipa. El pobre araño no tanto.

Lo último que nos pasó allí fue cuando Quique nos quiso enseñar el castillo de Belalcazar, a mi me pareció genial ¡Un castillo!
Pues eso, que nos pusimos guapos, yo con taconazo, las niñas con sandalias, monísimos vamos. Cuando vi aparecer a Quique con botas de montaña y pantalones de campo me extrañé, pero no dije nada, él tampoco dijo nada al vernos tan arreglados, pero sí que puso cara rara.

Al llegar allí alucine pepinillos, el castillo estaba semiderruido en medio del campo, sin caminos ni na´.
Así que nada, nos metimos campo a través con tacones, faldas, sandalias, y camisetas de tirantes.
Lo pasamos bien a pesar de volver con la ropa llena de pinchos de las ortigas.

La vuelta a Madrid fue divina y del viaje no creo que nos olvidemos nunca.

Espero que te hayas reído un poquito arañita.
Un besote Arañita Mía!!


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